La nueva generación del Audi A8 debutó en 2018 como un portento del segmento F y con todo lo necesario para alzarse como una de las generaciones más longevas en los más de veinte años de historia del A8 desde que llegase al mercado a mediados de los años noventa. En búsqueda de la perfección, el nuevo A8 lo tiene prácticamente todo, incluyendo una enorme vida útil por delante. Sin embargo, esto no quita que comencemos a pensar en el que se alzará como el Audi A8 de quinta generación, y ojo, porque será el que marca un verdadero antes y después en la historia de Audi en el segmento F.
Más allá de situar como estándar la tecnología de conducción autónoma -anticipada ya en el actual Audi A8-, los de Ingolstadt comercializarán por primera vez en la historia del alemán un Audi A8 eléctrico que prescindirá de cualquier motor de explosión o diésel. La pregunta es obvia: ¿por qué no en esta generación? Hay motivos suficientes para relegar una variante de estas características hasta bien entrada la próxima década, y esto se alza principalmente en el hecho de que las baterías en estado sólido están comenzando a asomar la cabeza, y serán las que popularicen la comercialización de vehículos eléctricos de esta categoría.
El principal atractivo de estas berlinas no es solo el gran lujo y capacidad de equipamiento de alta calidad que ofrecen, también lo es la capacidad de viajes de larga distancia y la autonomía de los mismos. Apostar por baterías de litio-ión junto con motores eléctricos no tendría éxito alguno: una autonomía no superior a 400 kilómetros sería un desastre, y es aquí donde las baterías en estado sólido se alzan como principales atractivos para que, en un futuro no muy lejano, podamos ver un Audi A8 con dos motores eléctricos y una autonomía como eléctrico que se acerque a la imponente cifra de 1.000 kilómetros. Cabe destacar que estas cifras las alcanzará, en teoría, el nuevo Tesla Roadster, que incorporará estas baterías a principios de 2020.
