Respondiendo a los deseos de sus coleccionistas más exigentes, la marca ofrece ahora el Classic Defender V8 con la misma estética y acabados que el brutal Defender Octa actual, permitiendo configurar un garaje donde la ingeniería histórica y el rendimiento moderno comparten una identidad visual idéntica.
El proceso de transformación exterior es exhaustivo y artesanal, requiriendo aproximadamente 300 horas de trabajo manual en el taller de pintura para lograr el acabado perfecto sobre la carrocería clásica. Los clientes pueden optar por tonalidades exclusivas heredadas del modelo nuevo, como el Petra Copper, Faroe Green o Sargasso Blue, además del Narvik Black y el Patagonia White. Todos estos colores están disponibles tanto en terminación brillante como en un satinado mate que imita la película protectora del Octa, mientras que detalles como la parrilla en negro brillante o la inscripción del capó en fibra de carbono picada refuerzan este nexo estético entre el antecesor y el sucesor.
De puertas adentro, la conexión continúa con la introducción inédita de materiales técnicos como el poliuretano Ultrafabrics, disponible en colores Khaki Green, Light Cloud y Lunar. Quienes prefieran un tacto más tradicional pueden decantarse por pieles en Burnt Sienna o Ebony, que recubren desde los asientos deportivos Recaro hasta los paneles de las puertas, el techo y el salpicadero. El objetivo es que el conductor perciba la misma atmósfera premium y coherencia de diseño independientemente de qué coche decida conducir ese día.
Bajo el capó, este clásico rejuvenecido esconde una mecánica distinta a la del Octa, pues renuncia al bloque BMW biturbo en favor de un motor atmosférico V8 de 5,0 litros propio de la casa Jaguar Land Rover. Este propulsor entrega 405 CV y 515 Nm de par, gestionados por una caja automática ZF de ocho velocidades que envía la fuerza a las cuatro ruedas. Para digerir tal caballería, los ingenieros instalan amortiguadores, muelles y barras estabilizadoras específicos, así como un sistema de dirección revisado y un equipo de frenos mejorado con discos delanteros de 335 milímetros y pinzas de cuatro pistones.
Esta exclusividad tiene un coste que supera incluso al del modelo de última generación, situando el precio de partida del clásico en 190.000 libras, lo que equivale a unos 230.000 euros al cambio actual estimado. Cada unidad nace de un vehículo donante fabricado entre 2012 y 2016, que es desmontado y reconstruido en Coventry con estándares de coche nuevo y garantía de un año.
