La era de las suscripciones ha alcanzado un nuevo terreno: el de los coches. Si hasta ahora estábamos acostumbrados a pagar cuotas para acceder a series, música o videojuegos, Volkswagen ha decidido trasladar ese mismo modelo al mundo de la conducción. El protagonista de este giro es su compacto eléctrico, el ID.3, que a partir de ahora ofrecerá la posibilidad de desbloquear potencia adicional… previo paso por caja. Una idea tan innovadora como polémica.
De serie, tanto el ID.3 Pro como el Pro S cuentan con 204 CV y 265 Nm de par. Sin embargo, bajo el capó se esconde más de lo que parece. El sistema de propulsión está preparado para entregar hasta 231 CV y 310 Nm, pero esa fuerza extra permanece “bloqueada” hasta que el conductor decida pagar por ella. Volkswagen lo ofrece en dos modalidades: una suscripción mensual de 16,50 euros después de un mes de prueba gratuito, o un desembolso único de 649 euros que habilita la mejora de por vida, incluso si el coche cambia de propietario.
Lo interesante es que la marca asegura que el aumento de potencia no afecta a la autonomía, que se mantiene entre 386 y 565 kilómetros WLTP según la versión. Y la activación se realiza de forma remota y en cuestión de minutos, sin pasar por taller ni necesidad de notificar cambios al seguro, ya que el vehículo figura homologado con la cifra máxima de potencia desde fábrica.
La jugada estratégicamente recuerda a otros intentos en la industria. BMW ya generó controversia cuando quiso cobrar por sus asientos calefactables mediante suscripción, mientras que Polestar también ofrece mejoras de rendimiento bajo pago adicional. La diferencia aquí es crucial: hablamos de potencia del motor, un factor que define la experiencia de conducción, no de simples extras de confort. Y es precisamente esto lo que despierta el debate. ¿Es lógico pagar por una capacidad que ya está instalada físicamente en el coche?
La comparación con otros modelos ilumina el dilema. El ID.3 Pro cuesta 34.900 euros con sus 204 CV. Sumando los 649 euros de la actualización llegaríamos a 35.549 euros, una cifra sensiblemente más baja que los 38.850 euros del Cupra Born con 231 CV de serie. Para quienes planeen mantener el coche poco tiempo, la suscripción incluso puede ser más atractiva: dos años con la potencia máxima costarían 396 euros, es decir, 253 euros menos que pagar la mejora definitiva.
Más allá de los números, lo que Volkswagen ha puesto sobre la mesa es un cambio de paradigma: la compra de un coche deja de ser un acto cerrado y pasa a convertirse en una experiencia que evoluciona con el software. La potencia ya no depende solo de lo que sale de fábrica, sino también de lo que decidimos activar con un clic.
La pregunta que queda es inevitable: ¿estamos dispuestos a aceptar que nuestro coche funcione como una plataforma de streaming, donde su verdadero potencial se libera solo pagando una cuota? Puede que esté naciendo un nuevo modelo de negocio… o puede que sea la chispa de un debate mucho mayor en el mundo de la automoción.