La casa de Maranello ha tomado una decisión que refleja las complejas realidades del mercado actual que se encuentra en plena transición: postergar su segundo modelo eléctrico hasta 2028, alejándose de los planes iniciales que contemplaban su llegada para 2026.
Esta estratégica maniobra responde a una cruda realidad del sector: la demanda de coches eléctricos deportivos de alto rendimiento (salvo casos como el Xiaomi SU7 Ultra en China o Rolls-Royce con el Spectre) prácticamente no existe. Fuentes cercanas a la compañía italiana han sido categóricas al describir el apetito del mercado como «cero» o «inexistente», un anuncio que ha obligado a reconsiderar los tiempos de lanzamiento.
Mientras tanto, el primer Ferrari eléctrico mantiene su cronograma intacto. La revelación está programada para el 9 de octubre, durante el Día de Mercados de Capital de la firma, con una presentación escalonada que culminará en el debut global durante la primavera de 2026 y las primeras entregas previstas para octubre del mismo año. Este modelo inaugural, co-diseñado por el legendario Jony Ive, ex director de diseño de Apple, llegará con un precio que superará los 500.000 euros, posicionándose como una declaración simbólica más que como un impulsor de volúmenes.
La distinción entre ambos proyectos resulta crucial para comprender la estrategia ferrarista. El primer modelo representa un hito histórico de producción limitada, mientras que el segundo estaba concebido como el verdadero catalizador de la electrificación masiva, con objetivos de 5.000 a 6.000 unidades siguiendo el ciclo tradicional de cinco años de la marca.
Ferrari no navega sola en estas aguas turbulentas. Lamborghini ha retrasado su debut eléctrico de 2028 a 2029, mientras que Maserati ha cancelado definitivamente el MC20 Folgore tras cinco años de desarrollo. Porsche, pionera en el segmento con el Taycan, ha reducido sus ambiciones eléctricas debido a las bajas ventas de sus modelos electrificados.
Los desafíos técnicos añaden complejidad al panorama. Las baterías actuales resultan considerablemente más pesadas que los motores tradicionales y no proporcionan la potencia sostenida que caracteriza a los propulsores de combustión. Además, la ausencia del rugido característico del motor, elemento fundamental en la experiencia de conducción de un superdeportivo, representa un obstáculo emocional significativo para los compradores adinerados.
Ferrari aprovechará este período adicional para perfeccionar sus tecnologías propietarias, incluyendo el desarrollo de sistemas que simulen la experiencia visceral de conducción tradicional. La compañía ha invertido en su nueva e-building de Maranello, una instalación especializada en la producción de componentes eléctricos esenciales.