¿Cómo prolongar la vida de nuestro turbo?

La sobrealimentación mediante turbo se ha extendido cada vez más en la industria durante los últimos años, debido a las nuevas normativas de emisiones mucho más restrictivas que han obligado a los fabricantes a recurrir a todo tipo de soluciones de lo más variopintas para lograr sortearlas dentro del marco legal.

Un turbo es algo que puede durarnos perfectamente varios cientos de miles de kilómetros, siempre con un mantenimiento correcto. Pero si el mantenimiento y cuidados a nuestro motor no son los adecuados, podemos acotar considerablemente su ciclo de vida, y es algo que ciertamente debe preocuparnos, ya que aunque optemos por la maniobra considerablemente más económica de una vez llegado el momento de la reparación (o adquisición a través de una empresa de recambios de coche), reconstruirlo en lugar de adquirir un turbo nuevo, las numerosas y costosas horas de mano de obra no nos las quitará nadie.

Para ello, debemos seguir una serie de consejos prácticos y sencillos que nos asegurarán una prolongación de la vida de nuestro turbo:

Cuando arrancamos el coche: Aquí también debemos prestar atención. Dejaremos unos segundos el motor a ralentí cuando lo arranquemos para que comience el engrase del turbo, y ya después iniciaremos la marcha.

Realizar aceleraciones a plena carga esporádicamente: Aunque no seamos dados a correr, es más que recomendable que de forma esporádica demos acelerones a plena carga, especialmente en 2º o 3º, de esta forma, lograremos «desatascar» el sistema de escape y los conductos de admisión. Empezando por la válvula EGR, cuyo principal motivo o fallo de avería es la acumulación de suciedad por hollín adherido a restos de aceite y cuya forma efectiva de expulsarla es subiendo las revoluciones del motor en velocidades cortas con el motor en caliente.

Cuando paramos el coche: Siempre que lleguemos a nuestro destino, es recomendable dejar el motor parado unos segundos antes de pararlo, de esta forma, lograremos que el turbo refrigere y lubrique de forma correcta, además de lograr que la turbina baje también de revoluciones. ¿A qué se debe esto? A que si paramos el motor sin esperar, la turbina estará girando a más revoluciones y por tanto, la propia inercia hará que gire pero llegará un momento en el que se quede sin lubricación, y esa falta de lubricación dará como resultado un daño interno. Evidentemente, si venimos de darle zapatilla o realizar un viaje de distancia, aún más motivo para realizarlo, y aún más tiempo si cabe (como mínimo 1 minuto).

No ignorar comportamientos anómalos: En muchas ocasiones, podemos reducir la gravedad de un problema simplemente prestando un poco de atención a si escuchamos ruidos anómalos o poco corrientes por parte del grupo propulsor. En el caso que nos ocupa, si escuchamos silbidos o nuestro escape emana humo de color azul (con el consecuente olor a fritanga), es más que recomendable que lo llevemos a nuestro taller de confianza para que nos haga un diagnóstico más exhaustivo. En caso de que provenga de nuestro turbo, no necesariamente implica que requiera una reconstrucción íntegra o en su defecto, la sustitución por uno nuevo, en ocasiones puede tratarse de un retén.

Especial atención al aceite: El aceite del motor es el encargado de lubricar el turbo. Por ello, además de por supuesto, mantener el nivel de aceite en baremos correctos (para prolongar también la vida de nuestro motor y evitar averías), de asegurarnos que los latiguillos de engrase estén en perfectas condiciones (sin fisuras ni estrangulamientos en caso de que sean metálicos), también es recomendable emplear un aceite que cumpla con las API especificadas por el fabricante de nuestro vehículo.

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1 COMENTARIO

  1. Cuánta complicación. Mucho mejor un buen motor de inyección aunque corra menos. Viva Mazda.

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