El Mercedes C 63 AMG tanto en berlina como en familiar (C 63 AMG Estate) despega en el Salón del Automóvil de París, debutando de manera global y haciendo los preliminares antes de llegar al mercado europeo y por supuesto, español.
Está claro que la expectación causada no ha sido tan sumamente grande como con el AMG GT, pero de cara a un cómputo de ventas global, el C 63 AMG no deja de ser un coche más interesante y sobre todo, con mucha menos presión sobre el mismo. Porque el éxito está asegurado gracias no sólo a un nombre comercial que lleva varias décadas con nosotros, sino también por unas prestaciones y una mecánica de infarto.
Quitando el aliento
Cuando conocimos de primera mano las prestaciones del C 63 AMG de nueva generación, nos quedamos alucinados. Con los principales rivales europeos (véase el recién estrenado BMW M3, por ejemplo) manteniendo una potencia similar a la generación anterior, Mercedes-Benz y AMG Performance optan por tirar de la manta y portar un V8 Twin Turbo de 4.0 litros con 476 caballos en la versión «estándar», que de por sí es mucho más que la media de potencia en el sector, y que no es más que la punta del iceberg. El C 63 AMG S tanto sedán como familiar, se eleva hasta 510 caballos y 700 nm de par. Con estas cifras, no es necesario mencionar que sin el limitador electrónico, la velocidad punta iría mucho más allá de los 250 km/h establecidos. Con una aceleración de 0 a 100 km/h en menos de 4 segundos, continúa siendo tracción trasera y marcando un hito tecnológico.
Es interesante recalcar que las versiones «S» del C 63 AMG disponen de diversas mejoras derivadas directamente del AMG GT, incluyendo un diferencial autoblocante electrónico y no mecánico, que si monta el C 63 AMG estándar. Mejoras que demuestran la clara orientación deportiva de estas versiones que a estas alturas, suponen mucho más que más potencia y ya está.
